miércoles, 8 de febrero de 2012

La viuda

Buena esta es una leyenda de mi país XD pero hay va….
Entre Rocafuerte y Junín, dos calles muy transitadas del Guayaquil antiguo, había una cantina concurrida por los trasnochadores de la cuidad. De este lugar salió un hombre llamado Aquiles avilés, quien tenía fama de conquistador. Su vida se resumía en tres palabras: mujeres, amigos y parranda. Medio borracho, se le ocurrió ir a buscar una mujer.
Eran altas horas de la noche
No había acabado de ocurrírsele la idea cuando vio que alguien venia por el frente de la acera. La luz de la luna mostro una mujer.
Ella levaba vestido largo de color negro, una mantilla oscura que le cubría la cabeza y parte del rostro. Era una mujer despampanante, que venía sola entre la penumbra de la calle, vestida como si llevaba luto. Él se cruzó con ella y su estela de perfume penetrante que flotaba el ambiente, lo que hizo que Aquiles le diera media vuelta y la siguiera.
La mujer caminaba con una rapidez sobrenatural. Aquiles apresuraba el paso pero, por más fuerza que hacía, no lograba alcanzarla; ella seguía avanzando por la calle Junín y parecía conducirlo a un sitio oscuro y apartado. Emocionado, cautivando por ese perfume, Aquiles empezó a decirle todos los piropos que se sabía. Ella volteo un momento, le lanzo una mirada provocativa y siguió adelante. Aquiles se emocionó aún más, tradujo las expresiones de la dama y según el, la mujer se encaminaba a un lugar donde no pudiera verlos nadie.
Allí se detendría, se voltearía y se lanzaría en sus brazos.
Ocurrió así. Unas cuadras antes del muelle municipal. Que en aquellos tiempos era un lugar poco transitado, la mujer se detuvo, puso los brazos en la cintura y se apoyó contra el muro. Aquiles supo que ella lo esperaba. Se acercó reteniendo el aliento, sin poder contenerse. Con un movimiento audaz coloco sus manos sobre las manos de ella y las apretó.
La mujer lanzo una exhalación mientras el, mirándole la mantilla, le pregunto quién era y por qué escondía su rostro.
Aquiles se acercó aún más y le quito la mantilla. Se quedó atónito al ver lo que tenía al frente: un rostro perfecto, una piel delicada
-¿Qué quiere de mí?_ pregunto ella con un susurro
-¡solo un beso!- dijo Aquiles
-si usted quiere, señor- respondió la dama.
El no pudo contenerse más, cerró los ojos y se acercó a besarla, con desesperación, más al instante de rozar sus labios experimento una sensación nauseabunda, una repugnancia acompañada de arcadas incontrolables, como si hubiese algo podrido. Abrió los ojos e intento apartarse con repulsión. De un momento a otro la mujer había mutado. En lugar del hermoso rostro tenía un calavera que trataba de besarlo con las mandíbulas descarnadas. El espectro lo aprisiono con sus brazos
Huesudos y Aquiles, sobrecogido de horror, se fijó en que era un esqueleto macabro que ardía entre la oscuridad. Una voz cavernosa pregunto ¿ya no quiere besarme, señor?
Enloquecido, Aquiles logro soltarse del espectro y echo a correr espantado, gritando por las calles; llego a su casa más muerto que vivo. Tenía la piel una lividez cadavérica, los ojos le saltaban de las orbitas y vomitaba sin tregua. Los familiares se levantaron alarmados por los gritos. Como un demente, Aquiles repetía que la calavera, un espectro con vestido negro lo perseguía. La madre que alguna vez había escuchado aquella historia, se santiguo con devoción y le dio de beber un bocado de agua bendita….
La gente cuenta, que una joven, bella y ambiciosa, que se casó con un hacendado millonario de edad avanzada y quien a pocos meses contrajo una enfermedad extraña que fue secándolo hasta provocarle la muerte. Ella heredo las posesiones. Se volvió a casar, por segunda vez, con un comerciante igual que rico que el primero, quien murió de la misma enfermedad que el primero y tuvo un tercer matrimonio y murió de igual q los dos anteriores. Entonces se la conoció como la viuda.
Nunca se llegó a saber porque fallecieron los esposos. Pero hay quienes afirman que en las noches, ella  les sacaba los pies de la cama; se dice que, al dormir así, el alma se escapa por los pies y el cuerpo se va secando.
Tampoco se sabe que paso con ella, pero cuenta la gente que cuando murió, por su ambición desmedido, fue condenada a penar por la cuidad, a atraer y a espantar a los hombres que se comportaban como ella en la vida.

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